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La mano (principio)

Era una noche tranquila. Quizás porque llovía. Aun así Esteban no podía conciliar el sueño. Ni siquiera con el adormecedor sonido de la lluvia. Estaba recostado en su cama, pero sin cerrar los ojos. Seguía masticando la derrota y la humillación. La herida en su autoestima era profunda, y quizás nunca sanaría. Cada segundo de esa noche se había grabado a fuego en su memoria. Pero como alguien que recién sufre un trauma, no había terminado de digerir lo sucedido. Ni siquiera comprendía donde o cuando se había equivocado.
Él siempre se describía a si mismo como una persona relativamente exitosa. Solía compararse con otras personas. En especial con un grupo de amigos que tenia desde la infancia. En ese grupo, él se consideraba el más exitoso laboralmente. Siempre le pedían consejos y su palabra valía más que la de los demás. Si bien era uno de los pocos que no había formado una familia, nunca le faltaba una mujer con la cual intimar y sus conquistas amorosas eran tema predilecto de charla con sus amigos. Pero esa noche en particular había sido derrocado de su posición de superioridad. Esa noche se había convertido en uno más. Ahora su palabra no valía más que la de los demás.
Ese día había comenzado como cualquier viernes. Se despertó temprano. Se preparo rutinariamente para ir a trabajar. En el trabajo todo estuvo tranquilo. Lo paso mejor que el resto de la semana porque sabía que era viernes. Esa noche había "mesa", como todos los viernes. Se reunía la vieja banda de amigos a jugar al póquer.
Después del trabajo volvió a su casa, tomo un baño, miro televisión y comió algo. Al acercarse el horario convenido tomo su abrigo. Parecía que iba a llover. Subió a su auto y se dirigió a la casa de Marcelo. Esa noche su esposa e hijos iban a visitar parientes del interior. La semana anterior se había convenido el lugar.
Cuando Esteban llego, la mesa de paño octogonal estaba preparada. Y parecía que la completarían. Generalmente eran 7 pero esa noche apareció Martín. Este había pertenecido a la banda, pero después de terminar su carrera se había ido a Europa, distanciándose por mucho tiempo del grupo. Hacia unas semanas que se había podido contactar con Marcelo, quería volver a ver a sus amigos de la adolescencia. Una reunión como esta era una oportunidad inmejorable.

Eventualmente llegaron los demás. Y efectivamente la mesa estaba completa. A uno de los muchachos -Cristian- se le ocurrió retrasar un poco el comienzo del juego, así poder enterarse de lo que Martín había vivido en los años de distanciamiento. Y como para que nadie dudara ofreció comprar cerveza para todos. La palabra mágica funcionó y obligaron a Cristian a ponerse en campaña inmediatamente. De repente todos estaban deshidratados. Cristian saco su celular y llamo a un delivery. En 15 minutos estaban abastecidos. Pusieron sobre el paño una madera circular, trajeron vasos y algunas golosinas saladas para acompañar la bebida. Cuando todo estuvo preparado Martín comenzó con su relato.
Llegó a Europa conociendo poco y nada, y muy lentamente se acostumbró a las costumbres y al idioma. Paso casi 7 años en Francia, 5 perfeccionándose y 2 trabajando en un cargo jerárquico de la empresa que pagó su perfeccionamiento. Luego lo nombraron socio-accionista, delegó sus responsabilidades, hizo algunos buenos movimientos en la bolsa y algunas buenas inversiones. Esto le permitió tomarse un año libre para conocer el resto de Europa. Luego volvió a su país de origen, se había propuesto recorrerlo por completo.
Todos quedaron muy sorprendidos (hasta Esteban). Cuando lo alabaron él solo dijo que había sido suerte. En ese instante Marcelo considero indicado agregar al relato de Martín algunos detalles de color que este le había comentado muy por arriba. Martín había intimado con al menos dos modelos de ropa interior, una actriz, la amante y secretaria de su jefe y con "miss Francia", entre otras. La reacción general fue eufórica. Todos lo festejaron y brindaron en su nombre. Martín, totalmente sonrojado les dijo (con honesta humildad) que eso había sido en otra época. Ahora vivía con su esposa y su hija recién nacida en la antigua casa de sus padres. Y lamentaba mucho tener que volver a alejarse de la banda en poco tiempo ya que pronto comenzaría a viajar.
Todos estaban maravillados con Martín, ahora Esteban ya no parecía exitoso. Él notó que había sido desplazado por Martín, pero estaba tranquilo, cuando cuando comenzaran los viajes de Martín volvería a ocupar el lugar que le correspondía. La charla continuo amena hasta que se acabo la bebida. Retiraron la madera y prepararon todo para jugar. Esto reconforto a Esteban, él conocía bien el juego de sus amigos, sin lugar a dudas él era el mejor. Se le explico a Martín que la
apuesta mínima era de diez y que jugaban para divertirse, no para ganar dinero.
Comenzó el juego y en la primera mano Martín jugo hasta el final. Comprendió que el juego iba a ser amarrete, nadie apostaba a menos que estuviera seguro de su mano. Desde esa vez solo participo en el juego si su mano era buena. Esteban lo observaba detenidamente. Quería conocer su juego, quería demostrar que era mejor que él. Y aunque las cartas no lo ayudaban logró ganar algunas manos pobres y había notado que cuando tenia una buena mano fruncía casi imperceptiblemente los orificios nasales. Ya lo había descubierto, igual que había descubierto al resto de sus amigos. Era el mejor.
Hubiese ganado muchas manos si las cartas lo hubieran acompañado. Cuando ya faltaban pocos minutos para que terminara el juego, la suerte le sonrío. Levanto una pierna de 9, un As y un 7. Con esa mano iba a tratar de apostar fuerte en la primera oportunidad así quedarse con la "luz", y en el caso de que alguien pagara tenia posibilidad de formar un mejor juego .
El primero en apostar fue Martín. Miro sus cartas totalmente inexpresivo y no aumento el pozo. Esteban era el sexto en apostar, y para cuando llego su turno debía pagar al menos 60 para continuar jugando. Se tomo unos pocos segundos para calcular la cantidad justa. Puso 200 y se tranquilizo al ver los gestos de la mayoría. Todos pasaron excepto Martín, que no solo pago, sino que aumento hasta 400. Esteban tenía una buena mano y Martín no había fruncido sus fosas nasales, así que pago. Cambio dos cartas para tener el doble de posibilidades de sacar póquer. Martín solo cambio 1 carta. Esteban se concentro en Martín, no miro sus cartas para no despegarle la mirada. Martín puso las cinco cartas con la cara hacia abajo y las amontono de tal manera que al levantarlas solo viera la primera, y que la carta que había pedido sea la ultima en verse. Corrió una a una las cartas con el objetivo de aumentar el suspenso y en el preciso momento en que vio su ultima carta su nariz se frunció.

La mano (continuación)

Martín apostó 200 más. Esteban levanto su juego, miró todas sus cartas y seguía teniendo solo un trio. Nada que hacer contra la mano de Martín. Solo había una forma de salir bien parado de su situación. Esteban descubrió sus cartas y dijo que solamente estaba corriendo al resto para llevarse la luz. Agrego que la suerte no lo había acompañado en toda la noche, hasta cuando trataba de asustar los otros jugadores sacaban juegos impresionantes. Martín (sin animo de ofender) dijo que el siempre había pensado que el póquer no era un juego de suerte. Que importaban más los gestos que las cartas. Diciendo esto mostró su mano, no tenia ni siquiera un par. Todos (excepto Esteban) rieron e hicieron varios comentarios como "corrieron al corredor" o "cazador cazado". Cuando Esteban vio las cartas de Martín hizo un gesto tal, que todos se callaron por unos segundos. La mandíbula se le aflojo, se le abrió completamente y se le torció levemente hacia la izquierda. Las pupilas se le dilataron, se le arrugo la cara. Parecía que había visto un espectro. Al ver su gesto todos reaccionaron eufóricamente y comentaron que esa noche iba a ser recordada eternamente. Martín trató de consolar a Esteban diciendo que solo había ganado porque no le importaba perder el dinero que conseguía tan fácilmente. Esteban se levantó con la vista perdida. Su imágen se había derrumbado. Se fue sin decir una palabra y sin saludar a nadie. Subió a su auto y manejo como un autómata hasta su casa. Fue derecho a su cama y se recostó.

Estuvo varias horas recordando lo que había sucedido, cada mínimo detalle le parecía de suma importancia. El tiempo parecía no transcurrir. Después de eternas horas de meditación decidió lo que haría.
Se vistió y tomó su chaqueta para la lluvia y un par de guantes. Llovía torrencialmente. Subió a su auto y condujo. Detuvo el auto unas cuadras antes de su objetivo. Tomo un bulto envuelto en un trapo que estaba en la guantera y lo guardo en su abrigo.
Unos minutos después Martín se despertaba. Algo perturbaba su sueño. Era el insistente sonido del timbre. Algo andaba mal. Nadie iría a su casa a esas horas de la madrugada, y lloviendo como llovía, a menos de que fuera una urgencia. Se vistió inmediatamente y se dirigió a la puerta. Miró por la mirilla con desconfianza. Se extraño mucho al ver del otro lado de la puerta a Esteban totalmente perturbado. Abrió el cerrojo y luego la puerta lo mas rápido que pudo.
-¡Cuánto Tardaste! El frió me hiela los huesos - dijo Esteban.
-Lo siento, ¿Qué paso?, ¿Por qué viniste? - preguntó Martín.
-No podía dormir. Realmente acabaste con mi vida en esa mano de póquer, y vengo a devolverte el "favor"- dijo Esteban mientras retiraba el bulto de su abrigo.
Dejo caer el trapo que lo cubría. Martín al verse reflejado en el caño de acero pulido de un revolver que le apuntaba se paralizó totalmente. Un escalofrío le recorrió la espina; fue perdiendo el color hasta quedar casi blanco; se le desencajo la mandíbula de manera similar al gesto de Esteban unas horas antes. Recordó algunos de los momentos de su vida. Pero fue interrumpido por una carcajada atroz, casi desgarradora de Esteban. Martín se recupero y exclamo:
-¡Guarda eso! casi me matas del susto. Pensé que me ibas a matar.
Esteban dejo de reírse y le dijo:
-Ese gesto es muy gracioso. Ahora entiendo porque todos se rieron cuando yo vi tus cartas. Y sí, te vine a matar, y no del susto. Disparo una vez y se fue caminando. Martín cayó al suelo. Su mujer escuchó el disparo. Se vistió y fue a ver. Ya estaba muerto.

La triste ignorancia de aquellos que no quieren dejar de ser ignorantes 1



Así y de formas menos amigables es como algunas doctrinas y religiones imponen ideales y formas de pensar a sus seguidores. A cambio de su libertar, de su libre albedrío, y de pensar como ellos quieren que piensen, les quitan la responsabilidad de los actos de su vida y le dan la falsa esperanza de que si hicieron como esclavos lo que ellos pidieron a la hora de la muerte van a ser recompensados por su infeliz vida con una eterna felicidad. Por suerte siempre hubo y habrá algunos libre pensadores, que pueden hacer cosas como estas o aún más constructivas



El sexo es algo hermoso, disfrutemoslo tanto como podamos mientras aún podemos.