Google
 

La mano (continuación)

Martín apostó 200 más. Esteban levanto su juego, miró todas sus cartas y seguía teniendo solo un trio. Nada que hacer contra la mano de Martín. Solo había una forma de salir bien parado de su situación. Esteban descubrió sus cartas y dijo que solamente estaba corriendo al resto para llevarse la luz. Agrego que la suerte no lo había acompañado en toda la noche, hasta cuando trataba de asustar los otros jugadores sacaban juegos impresionantes. Martín (sin animo de ofender) dijo que el siempre había pensado que el póquer no era un juego de suerte. Que importaban más los gestos que las cartas. Diciendo esto mostró su mano, no tenia ni siquiera un par. Todos (excepto Esteban) rieron e hicieron varios comentarios como "corrieron al corredor" o "cazador cazado". Cuando Esteban vio las cartas de Martín hizo un gesto tal, que todos se callaron por unos segundos. La mandíbula se le aflojo, se le abrió completamente y se le torció levemente hacia la izquierda. Las pupilas se le dilataron, se le arrugo la cara. Parecía que había visto un espectro. Al ver su gesto todos reaccionaron eufóricamente y comentaron que esa noche iba a ser recordada eternamente. Martín trató de consolar a Esteban diciendo que solo había ganado porque no le importaba perder el dinero que conseguía tan fácilmente. Esteban se levantó con la vista perdida. Su imágen se había derrumbado. Se fue sin decir una palabra y sin saludar a nadie. Subió a su auto y manejo como un autómata hasta su casa. Fue derecho a su cama y se recostó.

Estuvo varias horas recordando lo que había sucedido, cada mínimo detalle le parecía de suma importancia. El tiempo parecía no transcurrir. Después de eternas horas de meditación decidió lo que haría.
Se vistió y tomó su chaqueta para la lluvia y un par de guantes. Llovía torrencialmente. Subió a su auto y condujo. Detuvo el auto unas cuadras antes de su objetivo. Tomo un bulto envuelto en un trapo que estaba en la guantera y lo guardo en su abrigo.
Unos minutos después Martín se despertaba. Algo perturbaba su sueño. Era el insistente sonido del timbre. Algo andaba mal. Nadie iría a su casa a esas horas de la madrugada, y lloviendo como llovía, a menos de que fuera una urgencia. Se vistió inmediatamente y se dirigió a la puerta. Miró por la mirilla con desconfianza. Se extraño mucho al ver del otro lado de la puerta a Esteban totalmente perturbado. Abrió el cerrojo y luego la puerta lo mas rápido que pudo.
-¡Cuánto Tardaste! El frió me hiela los huesos - dijo Esteban.
-Lo siento, ¿Qué paso?, ¿Por qué viniste? - preguntó Martín.
-No podía dormir. Realmente acabaste con mi vida en esa mano de póquer, y vengo a devolverte el "favor"- dijo Esteban mientras retiraba el bulto de su abrigo.
Dejo caer el trapo que lo cubría. Martín al verse reflejado en el caño de acero pulido de un revolver que le apuntaba se paralizó totalmente. Un escalofrío le recorrió la espina; fue perdiendo el color hasta quedar casi blanco; se le desencajo la mandíbula de manera similar al gesto de Esteban unas horas antes. Recordó algunos de los momentos de su vida. Pero fue interrumpido por una carcajada atroz, casi desgarradora de Esteban. Martín se recupero y exclamo:
-¡Guarda eso! casi me matas del susto. Pensé que me ibas a matar.
Esteban dejo de reírse y le dijo:
-Ese gesto es muy gracioso. Ahora entiendo porque todos se rieron cuando yo vi tus cartas. Y sí, te vine a matar, y no del susto. Disparo una vez y se fue caminando. Martín cayó al suelo. Su mujer escuchó el disparo. Se vistió y fue a ver. Ya estaba muerto.

6 comentarios:

Santiago. dijo...

Bien, ¿tenías ganas de escribir un crimen no? Está muy bien. Manifiesta, Esteban, uno de los principios morales que habría que cambiar inmediatamente. Quizá, el cuento muestra una de las consecuencias más extremas, pero no de las peores. La Competencia desquicia a millones de personas en todo el mundo, las transforma en seres con tan poca humanidad que bien podrían semejarce a ciertos animeles, los que triunfan en virtud de sus mejores cualidades, mientras que el resto perece, o, en el mejor de los casos, se conforma con las chauchas. ¿Es necesario que, entre nosotros, triunfe el mejor? Acaso no podemos hablar, comunicarnos, organizarnos, coordinarnos, entendernos, cooperar para que todos tengamos la misma suerte. Ya que hace miles de años dominamos la naturaleza a nuestro parece y conveniencia, ¿no sería prudente eliminar este principio?, generador de tantos sufrimientos, tanto individuales como sociales. Esteban lo tiene tan adherido que se le volvió el principio fundamental de su vida, base de su felicidad. La primera manifestación que surge es el orgullo, entendido como un exceso de autoestima. También se vuelve dependiente de éste, por lo que debe, constantemente, proporcionarse dosis (probablemente, de endorfinas generadoras de placer) mediante actividades que lo consagren mejor que, por lo menos, sus amigos. "Es triste la vida del hámster"

Santiago. dijo...

Ah, el cuento es una masa, ñoqui.

Anónimo dijo...

Te Amo :) mucho.

Emmanuel dijo...

Gracias por todos los comentarios (exepto el "ja" del e´loso porq no lo entendi). Me alegran mucho. :).

Manuel dijo...

realmente muy buen relato che!!! tu arte mejora con el tiempo, como no tengo muchas ganas d escribir t digo q concuerdo bastante con el oso... aunq hay q aceptar q es muy dificil generar la coordinacion necesario para q el triunfo sea == para todos, por no decir q es imposible...
bueno no nada... t dejo por ahora, nos vemos señor!!

P/D: ja

Anónimo dijo...

mmm, mucho sol, mucha pileta pero poco posteo...