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Acerca de la muerte (atemos algunos cabos)

Suele pasar que uno se pregunte ¿Para qué estoy aca? ¿Cuál es el objetivo de mi vida? ¿De la vida de los seres humanos? ¿Cuál es el fin de mi estadia en la tierra? Y generalmente o no se quiere realmente saber la respuesta o se conforma con pensar que no existe una respuesta. No pienso tratar de resolver esas incognitas porque sería demasiado prematuro. Sin embargo varias veces me he preguntado cuestiones similares a estas y llegue a conformarme con mis hipótesis. Creo que cada uno está donde está por alguna razón distinta a la de todos los demás o por ninguna razón. "El objetivo de la vida" es una noción inherente a cada persona, algunas piensan que su vida no tiene un objetivo, una meta; otras se proponen metas alcanzables sucesivas; otras se proponen algo que saben que nunca van a alcanzar (de esta manera tienen escusa para seguir viviendo, aunque ni siquiera intenten acercarse a su objetivo); otras una meta que pueden alcanzar pero no tratan hasta que se acerca el fin. El objetivo de la vida de los seres humanos (si es que se puede calificar como objetivo) pienso que no varia demasiado del resto de los seres vivos. Ahora: ¿Cuál es el fin de mi estadia sobre la tierra? La muerte. El fin de la existencia, no un proceso, sino un estado. Lo único en que todos los seres humanos (y los seres vivos) tenemos en común (además de nacer) es morir. La muerte (o más bien el deseo de trascenderla) es una de las principales musas (por no decir motivos) por la que los seres humanos (y otros seres vivos pero en una medida más acotada) hacen o realizan la mayoría de sus acciones. ¿De que manera trascender la muerte? Se trasciende a través de los rastros, de las huellas de nuestra vida. "Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro". Claras huellas de nuestra vida que no se borran fácilmente. La historia de la humanidad es el constante intento de trascender la muerte.

5 comentarios:

Federico Fregonese dijo...

buen tema, buen punto de reflexion ese intento de trascender. Interesante tambien ese "analgesico de existencia", por asi decirlo, que planteas en un momnento (que de una manera u otra trata un filosofo: Marx). Saludos ruso, y que los vientos te sean propicios con esa materia que diste

Santiago. dijo...

Además de la muerte, los seres vivos tienen en común la vida. Entre plantar un árbol y escribir un libro, se encuentra, en el dicho, tener un hijo. Ésta es la manera por excelencia de trascender, es el medio por el cual lo hicieron todos los seres vivos desde su orígen. Disminuirlo al nivel de escribir un libro, por más excelente que sea, es un error. Son diferentes maneras de trascender, la una, como persona, como individuo, la otra, como ser vivo. Aceptar la inferioridad que parece tener el objetivo último de la vida, es duro.

Peli: Belleza americana; la mejor que jamás he visto.

Emmanuel dijo...

Si, no se puede comparar tener un hijo con plantar un árbol. Tener un hijo es el metodo predeterminado para trascender. Pero el hecho de que sea predeterminado lo hace menos distintivo. Todos pueden tener hijos (salvo patológias) pero no todos pueden escribir un libro que trascienda. Entonces ¿Quién trascendió la muerte más eficientemente: Homero (escritor supuesto de la Iliada y la Odisea) o su hermano? Gracias por la peli

Santiago. dijo...

A los fines de la vida no me parece más trascendental un buen libro, el mejor de la humanidad, que tener un hijo. Si todos en vez de tener un hijo, escribieran un libro para trascender, ¿que pasaría? La única manera de trascender es tener un hijo. Sin éstos, nadie pordría leer los libros; o sea, estarían más muertos que los mismos autores.

Emmanuel dijo...

EStoy de acuerdo, como seres vivos solo se tranciende con descendencia. Pero como ser humano o mas bien como hombre (no como género masculino) se puede trascender de otras formas. Por ejemplo la gloria en la antigüedad era la forma predilecta de trascendencia. No importaba tener o no hijos (cosa que no apoyo porque antes que hombres somos seres vivos) mientras uno tenia un vida (o una muerte) gloriosa, digna de ser cantada por un bardo.